“El dolor que sentimos cuando perdemos a alguien que amamos es la prueba de que hemos amado verdaderamente.” -Audre Lorde
Hay dichos populares como “nadie se ha muerto por amor”, y seguramente esos dichos fueron inventados por alguien que vivió y sobrevivió al dolor de cuando se perdió una pareja ya sea por ruptura, separación o la muerte.
Vivir una ruptura o separación de pareja es inevitablemente doloroso y en algunos casos se puede considerar una vivencia traumática. Sin embargo, este tipo de pérdida se caracteriza por ser un proceso común que todos en algún momento de la vida hemos experimentado, cuenta con características muy peculiares ya que en una ruptura hay distanciamiento de esa persona que fue tu pareja; también se pueden presentar muchas emociones como enojo, tristeza, ira, melancolía por todo lo especial que se vivió en pareja, o incluso reencuentros para tratar de arreglar las cosas o bien continuar peleando, un mensaje, una llamada o interacción por medio de redes sociales, encuentros físicos y así podemos seguir alargando la lista de ejemplos.
Cuando un novio, pareja o esposo muere todo lo que mencionamos anteriormente se vuelve imposible porque simplemente y a la vez complejamente esa persona ya no está, ¿entonces qué se hace con todo eso que se queda contigo y ya no puedes decirle o mostrarle a esa persona que amaste y ahora ya no está?
PARTE DOS
¿En qué te fijas cuando eliges a una pareja? Muchas personas basan su elección en una gran diversidad de elementos como su estatus económico y social, su apariencia física y estética, en su capacidad de relacionarse, sus valores, así como la forma en que trata a las personas que le rodean, sus habilidades deportivas, laborales, formación académica, capacidad de conversar etc. Lo que sea que te atraiga de una persona y te haga elegirla de forma romántica, erótica y especial para que sea tu pareja tiene que ver sólo contigo, con lo que te gusta, lo que te habita en cuanto a intereses, pasiones, ilusiones, formas de concebir el amor, planes a futuro etc.
Al final, si esa persona especial fallece, esa parte de ti, como en todos los duelos, se va, transformándose en otras cosas con la partida de esa persona.
Ambas premisas que he planteado en las líneas anteriores más todas las razones que una persona pueda experimentar ante la pérdida de un ser querido pueden hacer que un duelo sea un hecho que marca con fuego la existencia del doliente; Rosa Montero, en su libro “La Ridícula Idea de no Volver a Verte”, nos plantea una idea que me parece una poderosa herramienta para comenzar a asumir el duelo de una pareja o de que cualquier ser querido:
“Para vivir, tenemos que narrarnos; somos un producto de nuestra imaginación. Nuestra memoria en realidad es un invento, un cuento que vamos reescribiendo cada día (lo que recuerdo hoy de mi infancia no es lo que recordaba hace veinte años); lo que quiere decir que nuestra identidad también es ficcional, puesto que se basa en la memoria.
Por eso cuando alguien fallece, como bien dice la doctora Heath, hay que escribir el final de nuestra vida en común. Contarnos lo que fuimos el uno para el otro, decirnos todas las palabras bellas necesarias, construir puentes sobre las fisuras, desbrozar el paisaje sobre la maleza. Y hay que tallar ese relato redondo en la piedra sepulcral de nuestra memoria”.
Es decir, tenemos que reescribir esa historia de lo que fuimos, cerrarla y comenzar a rehacer una nueva historia de vida con lo que quedó a través de la partida de esa persona, para hacerlo hay muchos recursos, formas y maneras, te invito a reflexionar qué te puede funcionar, ya sea escribir cartas a ese ser querido, escribir un diario con ideas, darte oportunidad de sentir las emociones que emerjan, visitar lugares en común, limpiar los espacios que compartían juntos, guardar los objetos cuidando que no te aferres a ellos demasiado o simplemente descubrir qué herramientas te funcionarán a ti. Todo esto, si lo haces acompañado de un profesional de la salud, te puede ayudar a sentirte acompañado en el proceso de cierre y aceptación de un duelo volviéndolo más llevadero.
Te abrazo con las palabras.
Psicóloga clínica: Mariana Merino Martínez
Comments